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martes, 31 de agosto de 2010

La lagartija Gigante

como no se me ocurre que postear por el momento dejo una historia que encontre el el jorosinnombre, posteada por el Music:

Conocer a los abuelos de mi esposa ha sido uno de esos privilegios inesperados que la vida te da. Entre los dos han vivido un sinnúmero de aventuras, juntos y por separado. Compartieron aventuras y anécdotas cuando eran capitán y marino en un barco pesquero, historias divertidas por cierto. Pero en especial uno de ellos, el abuelo materno, tiene historias tan diferentes, relacionadas con todos los trabajos que ha tenido que desempeñar desde que tenía doce años.
La primera historia que le escuché fue precisamente a esa edad, su padre y él regresaban de la pesca, cuando de pronto se formó un mahaché, mal viento, turbonada para ser exactos. Su padre le dijo, cubrete con la lona para que no te mojes, yo me encargo. Cuenta el abuelo que escuchó un estruendo y sentió un sacudón. Cuando asomó la cabeza para ver que había pasado ya no vió a su padre en la lancha; lo vió flotando inherte sin cabeza. Como pudo remolcó el cuerpo decapitado de su padre hasta la isla, donde varios pescadores lo socorrieron y lo llevaron hasta su casa. Con doce años él era el mas grande de los hijos y su madre tenía a ocho hijos que cuidar. Fue doloroso y difícil, me cuenta, pero saqué adelante a mis hermanos y a mi madre.
Fue chiclero, marinero, agricultor, peón de salina, peón de hacienda, cargador, estibador, comerciante, pescador y cazador de cocodrilos. De esta ultima ocupación se desprenden varias de las historias que un buen dia tuve a bien pedirle que me cuente mientras yo lo grababa, accedió con gusto con la única condición de que le invitara un puro y una botella de ron.
La historia que hoy me atrevo a compartir con ustedes me dejó muy sorprendido cuando me la relató. De hecho aún no acabo de creerla, del todo. Lo que a continuación escribo es la transcripción completa de la grabación que realicé el pasado trece de junio de dos mil diez.
Mira hijo, lo que te voy a contar solo lo sabemos dos personas vivas, y ahora tú lo sabrás. Hace muchos años, cuando estabamos cazando cocodrilos, mi compadre Chacalano descubrió una aguada muy grande, donde vimos un cocodrilo de buen tamaño tomando el sol (risas), mi compadre me dijo que sería mejor descansar y esperar a que cayera la noche para ir por el. Le dije que si, y sacamos un trozo de carne salada de venado para comer. La gran ventaja del monte, es que donde sea tienes comida hijo. Frutas, hojas, y animales; nada mas tiene que tener cuidado por que te puede dar choknak (diarrea).
Bueno, el caso es que cuando anocheció mi compadre Chacalano se quedó dormido y por mas que quise despertarlo no pude, habrán sido los tragos de alcohol que se jumbó (bebió), pero el cabrón dormía como bendito, así que decidí emprender la tarea de poner una de las trampas para el lagarto. En realidad las trampas solo eran para sacar al cocodrilo, cuando era demasiado grande, del agua, y este en especial era de buen tamaño. Despues de poner la trampa me dispuse a esperar que el cocodrilo apareciera. Al cabo de un ratote, como tres horas, yo calculo, se apareció el hijueputa cocodrilo junto a dos mas pequeños. Puta, ya chingamos, pensé, y fui, despacio a despertar al pelaná (hijodelachingada) de mi compadre. Compadre, compadre, le dije varias veces pero el pelaná no despertaba. Puta madre, pensé, este hijuelaverga no despierta, y me dije a mi mismo, pos aunque tengamos que esperar mas tiempo pa que salgan los cocodrilos vas a ver cabrón, y tomé la carabina y solté un disparo al aire. Bang!!! sonó el madrazo, pero el que se cagó del susto no solo fue mi compadre, después del disparo la tierra empezó a temblar y escuchabamos como se desprendía algo debajo de nosotros, bueno, no debajo de nosotros pero si cerca, demasiado cerca. Puta, ya nos llevó la verga, fue lo primero que pensé. A mi que los pinches cuentos de brujas y malos aires me pelan la verga, me asusté. Después de un buen rato el ruido se calmó y volvió la paz.
¿Que pasó compadre?, me preguntó mi compa Chacalano. No sé cabrón pero estoy bien cagado del susto, te quise asustar y asustado resulté. Cuando le estaba diciendo eso noté que la mirada de mi compadre estaba como perdida y que ni caso me estaba haciendo, volteé a mirar hacia donde el miraba y me quedé igual de atontado que él. La aguada ya no existía, en su lugar solo quedaba un hueco grandísimo, como el que hay en Chichén Itzá, ¿lo conoces?. Ese huecote solo lo he visto en Chichén Itzá, muchos años después de que pasó lo que te estoy contando, y allí en el monte donde andabamos.
Puta madre compa, ¿que vamos a hacer?, por lo pronto, le dije, vamos a dormir, lejos de aqui, no sea que se siga cayendo la tierra, y mañana regresamos a ver que pasa.
A la mañana siguiente, mi compa y yo regresamos con mucha precaución, pues la verdad todavía teníamos un poco de miedo de que la tierra se siguiera derrumbando, pero como durante la noche no volvimos a escuchar nada, bueno, casi nada, porque en el monte escuchas muchas cosas; como no volvimos a escuchar nada parecido al derrumbe, pues teníamos un poquito, solo un poquito de tranquilidad. Cuando me asomé al hueco ví que era la entrada de una cueva enorme y que el olor a tierra mojada y a humedad de cueva era bastante. Puta, compa, ta grande esta madre, me dijo mi compadre Chacalano; a huevo que esta grande le dije, por que crees que le gusta a tu comadre (risas). Mi compadre era  bien desmadroso y le encantaban las vaciladas. El caso es que decidimos bajar, pues, aunque estaba un poco difícil bajar no era imposible, y teníamos curiosidad de ver donde habían quedado nuestros cocodrilos.

uando llegamos al suelo enlodado me resbalé y me metí un madrazo en las rodillas, y ya ves como tengo de arqueadas las piernas. El dolor en las rodillas era insoportable, y mi compa me dijo, no te preocupes compadre, aqui en la bolsa tengo marihuana pal dolor, al rato que subamos la quemamos. ¿La quemamos, hijueputa?, si el que se cayó fui yo (risas). El caso es que después de un rato que me estuve tallando las rodillas me recuperé un poco, pero el dolor seguía estando, pero era mas mi curiosidad por ver que tan profunda era la cueva, y adonde había ido tanta agua.
La luz de la mañana iluminaba totalmente la entrada de la cueva y alcanzaba a iluminar una parte considerable de la cueva, sin embargo la cueva era muy pero muy grande, pa que te des una idea, era como del tamaño de 5 campos de beisbol, y eso era solo la habitación principal, porque la cueva en realidad era mas profunda, ya que de la habitación principal se veían varias entradas, mas de veinte alcancé a contar. La altura de la cueva también era muy grande, ¿conoces los cenotes de Cuzamá?, pos el doble o triple (los cenotes de Cuzamá tienen en promedio una altura de siete metros). ¿Seguimos compadre?, me dijo Chacalano. Pues yo digo que si podemos bajar le sigamos, pero habrá que prender el quinque y ya casi no tenemos petróleo, le comenté. No hay problema dijo, yo aqui tengo un poco de alcohol. Y me mostró la botella de aguardiente a la que a veces le daba sus besitos y que hizo que durmiera como zorro (por esta zona se le conoce como zorros a las zarigüeyas).
Cuando bajamos a esa parte de la cueva notamos que de una de las entradas próximas salía un ruido de agua corriendo, lo que es normal en un cenote, de hecho en un principio pensé que la aguada había sido en realidad un ojo de agua muy viejo, pero muy viejo. Sin embargo me llamó la atención que las paredes de la cueva solo estaban húmedas en cierta parte de la cueva, como si hubiese habido una corriente de agua, un pequeño riachuelo. La cueva además era muy bonita hijo, había un chingo de columnas que uno no sabía si empezaban de arriba o de abajo, y había unas que no se terminaron de formar, igual, de arriba y de abajo. Y con la luz que
entraba y la luz del quinque la vista era… era como los ojos de tu abuela la primera vez que me vió.
Pero bueno, lo que te quería contar es que estaba yo pensando en mi viejita chula cuando de pronto mi compadre me siseó varias veces. Ven, me hizo la seña. Yo pensé que había encontrado los cocodrilos, y me apresuré a ir con él. Estaba parado en una roca bastante grande y cuando me acerqué vi que había una especie de escalinata por la cual subió. Me dijo, con cuidado compadre, vea esto. La roca donde estabamos parados medio tapaba una parte de la cueva que me impresionó, a mi que los dominós (tiburón ballena) y las mantarrayas gigantes solo me causaron admiración, lo que vi en esa parte de la cueva me asombró. Las paredes de la cueva estaban llenas de huesos, un chingo de huesos, de animales grandes, muy grandes, de esos que hoy les llaman dinosaurios. Ah, porque no soy bruto hijo, a veces veo en la tele esos programas de dinosaurios (respondiendo a mi pregunta de porque tanta seguridad de que eran dinos). Pero además ese dia yo no sabía huesos de que eran. Muchos años después me enteré. Mira, perame tantito, me dijo, y se metió a su cuarto.
Cuando regresó trajo una caja de madera, un poco mas grande que una caja de zapatos, pero muy bonita por cierto, la tapa tenía labrada una inscripción que después tuve oportunidad de leer y como candado usaba una hebra de las cuerdas gruesas que usan en los muelles para atracar los barcos. Lo primero que sacó fueron una fotos con el Ché Guevara, sí, me dijo, él pasó por esta isla hace muchos años, de hecho un señor que vive por el campo (de beisbol) le dió hospedaje, ya te contaré alguna vez todo lo que nos platicó ese señor. Después sacó una pieza de metal, y me dijo, esta chingadera la conservo porque cuando iba a reparar el motor de un barco perdí el dedo, y me la quedé pa recordarme a mi mismo que no debo ser tan pendejo, aunque muchas veces lo olvidé (risas). También sacó varios papeles antiguos, son escrituras de terrenos y propiedades que tengo desde hace años. Tengo los papeles, no las propiedades hijo, dijo riéndose tristemente. Y después de sacar algunas cosas mas, llenas de historias, según él, sacó lo que a mi parecer era una de las falanges y una pequeña garra de algún animal. Mira, dijo, ese día saqué mas huesos pero por culpa de mi compa casi pierdo hasta la vida, y solo me quedé con estos pedazos.
No había yo salido de mi asombro cuando mi compadre había saltado de la roca hacía esa parte de la cueva, eran como dos metros de altura, el wey se dió un madrazo pero era tal su curiosidad que se paró como gato. Estuvo observando los huesos, y me dijo, ve compadre, son huesos de lagartijas. Lagartijas gigantes dije yo.

Oye compa, le dije, ¿alguna vez escuchaste que alguien se haya encontrado algo así?. Jamás compadre, ni don Lucrecio Taboada que es un grandisímo cabrón pal monte. O al menos nunca contó nada. La gran mayoría de los huesos que encontramos esa mañana estaban entre la laja (piedra), pero algunos cuantos estaban sueltos, por lo que yo agarré varios y los metí a mi sabucán (bolsa de hilo de henequén) y metí los que te mostré a mi pantalón, aunque en realidad no me di cuenta de haberlos metido hasta días después. Mi compadre hizo lo mismo que yo al guardar huesos en su sabucán. La verdad que hasta la fecha no supe pa que chingaos queríamos esos huesos, tal vez porque era algo que nunca habíamos visto. Fijate, cuando matabamos a los cocodrilos solo agarrabamos la piel y un poco de carne para comer, así que en otros viajes de cacería nos encontrabamos los esqueletos de los lagartos bien peladitos, ya que la carroña y las hormigas hacen bien su labor. Y nunca nos interesó tomar algun hueso,ah, los dientes, los dientes nos los compraban los artesanos y uno que otro chamán, pero nada mas. Logré distinguir al menos dos esqueletos, de animales como de tres metros de altura y unos cinco de largo. Recuerdo que el cráneo de uno de esos esqueletos estaba casi completo, y putamadre, si hubiese visto un animal así, vivo, me hubiese cagado. Era de un lagarto parecido a un cocodrilo, con un chingo de dientes, de hecho, como pude raspé algunos de los dientes pa venderlos y fue de los que se quedaron en el sabucán. Y es que, vas a ver la manera pendeja en que perdí el sabucán.
Mi compadre Chacalano y yo escuchamos un ruido bastante conocido, cocodrilos. Cuando los cocodrilos se arrastran mas bien. Y ni tardo ni perezoso se subió de nuevo a la piedra para regresar a la camara principal de la cueva. Yo no pude subir tan aprisa por el dolor de rodillas que todavía tenía, y porque el pelaná de mi compadre se llevó el quinque. Pero cuando por fin logré subir a la piedra ya no vi a mi compadre. Comencé a llamarlo, compa, ¿dónde está usted?, compa, no esté chingando, y nada. Ni un grito, ni un ruido, ni la luz del quinque. Supuse que había seguido a los cocodrilos a una de las cuevas que habían dentro de la cueva, y me puse a esperarlo, después de un rato de espera decidí meterme a las cuevitas donde aún llegaba un poco de luz. Y nada. Luego me animé a asomarme a las que ya no les llegaba la luz y ahí fue donde ví la luz del quinque, bastante débil, por cierto. Cuando entré a la cueva esta se iba haciendo mas pequeña y mas resbalosa pero sobre todo mas larga, por eso veía la luz bastante débil. El caso es que llegó un momento que tuve que ir a gatas y después pecho a tierra, arrastrando el sabucán y la carabina, con la culata hacía mi. En eso llegué al final de la cueva y la salida de ésta daba a otra cámara mas pequeña que la principal pero mas llena de columnas, mas tupidas, solo que estaba como a metro y medio de altura, y ví al pelaná de Chacalano, tirado en un charco de sangre, puta, pensé, ya se mató este cabrón. Como pude salí de la cuevita y me acerqué a mi compadre, y lo primero que hice fue ver si respiraba o si le latía el corazón, y sí, sí le latía, pero tenía un madrazo en la cabeza que me hizo temer lo peor. Del sabucán de mi compadre tomé la sabanita que siempre llevaba consigo y logré amarrarle la cabeza, la pinche sabanita quedó roja en chingo, ay cabrón, se va morir este hijueputa pensé. Como pude lo cargué y logré meterlo de nuevo a la cuevita de donde habiamos venido, pero manejar a un herido inherte en ese reducido espacio era un desmadre, lo empujaba de las patas y avanzaba un poquito y por lo resbaloso del suelo se regresaba mas de lo que yo lo empujaba, pues a duras penas logré empujarlo lo suficiente como para meterme a la cueva y seguir empujando, tomando impulso de las salientitas que había en el interior. Cuando estaba a punto de sacarlo volví escuchar el ruido de un cocodrilo arrastrándose, dentro de la cueva. Ay hijo, yo no tuve miedo por mi, por que el que iba enfrente era Chacalano, pero logré imaginarme al lagarto atacando al pobre infeliz. Pero no, el cocodrilo en realidad estaba huyendo de nosotros.
Con un chingo de esfuerzo cargué a mi compadre hasta la entrada de la cueva, ayuda no podía pedirle a nadie, pues estabamos a días de camino del pueblo mas cercano, así que me las ingenié para jalar a mi compadre hasta mero hasta arriba. Pasó un día y medio para que reaccionara. Por momentos jadeaba y tomaba resollos de aire, y cada vez que eso hacía yo pensaba que ya se iba a morir, pero no, no se murió ahí. Cuando reaccionó me miró con mucho esfuerzo y con voz muy débil me preguntó, ¿que pasó?; y le respondí, te atacó una lagartija gigante.
Chacalano alcanzó a llegar al pueblo, pero como a la semana cayó en cama para nunca levantarse. Semanas después regresé a la aguada pa ver si encontraba la carabina de mi compadre y los sabucanes, pero cuando llegué al sitio observé que otro derrumbe había tapado la entrada.
Todo lo que pasó se lo conté apenas tuve oportunidad a don Lucrecio Taboada, mas que nada pa saber si él había visto algo parecido, pero lo primero que me dijo fue, hijo, no andes contando esas marihuanadas, nadie te las va creer. Don Lucre
cio ya murió, la única persona a la que le había contado esto es a la abuela, y sí, no me creyó. Al igual que tú. Pues ya estoy viendo tu cara de que no. Pero bueno, si supieras todo lo que yo he vivido.
Le dije que si era difícil de creer, pero que no ponía en duda nada de lo que me había contado, y me dijo, antes de levantarse para ir a tomar café: nomás no andes contando esas marihuanadas.
Fin.

Pirateado de aca: http://elforosinnombre.net/index.php/topic,621.0.html

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